"Non nobis, Domine, non nobis sed nomini tuo da gloriam"

domingo, 8 de mayo de 2011

Amor en Venecia

El primer rayo del alba
ilumina el Gran Canal,
y la ciudad, disfrazada de Carnaval,
comienza lentamente a despertar.
En la Piazza de San Marcos,
las palomas comienzan a volar;
en los callejones, los vidrios,
se empiezan a templar.
Dos enamorados, corriendo,
el Puente Rialto, terminan de pasar.
Una góndola quieren tomar
para juntos disfrutar
del amanecer de la ciudad.


Pasando cerca del Palacio Ducal,
la pareja se empieza a besar.
El gondolero, al verlos,
comienza a recordar:
a esas horas, su amada debería
a punto de levantarse estar.


Se acuerda de sus ojos,
se acuerda de su sonrisa,
se acuerda de sus gestos,
se acuerda de sus labios,
se acuerda de sus besos.
Su amor por ella,
nunca fue un secreto
y solo puede pensar
en la próxima vez
en que con ella volverá a estar
y sus miradas se encontrarán
una vez más.


Cuando deja a la pareja,
el gondolero se pone a soñar
con su querida donna,
mas, su ausencia,
solo dolor le ocasiona.
¿Por qué con ella no puede estar?
¿Por qué en el amor se abandona?
¿Por qué de ella no se puede olvidar?
¿Por qué de quererla no puede parar?


Pero cuando se siente tentado,
en su empeño, a desistir,
vuelve a revivir
aquel fantástico momento
en que él le pregunto: "¿Me quieres?"
y ella le dijo: "".
¡NO! No abandonará.
Ella lo quiere, eso bastará.


Se alza envalentonado,
amarra la barca
y empieza a correr apresurado,
con el corazón acelerado.
Está decidido, irá a buscarla. 
Tendrá que luchar para conquistarla.
La cogerá de la mano,
la mirará a los ojos
y la dirá que, de quererla,
no puede parar y que con ella quiere estar.

Pero cuando la ve sonreír,
sus ansias desaparecen.
Se siente vivo, se siente feliz.
Es algo tan bello que no lo quiere destruir.
Y embobado queda el gondolero,
sonriendo a quien no puede dejar de amar,
pero que, sin embargo, aun no puede alcanzar.

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